Por
Carlos
Castillo Téllez
Había
una vez un niño al que siempre le gustaban las jirafas: si exponía era sobre
jirafas, su lonchera era de jirafas, también su mochila. Si comía, comía lo que
las jirafas comían. Cuando iba al zoológico, él siempre iba a ver a las
jirafas. Para él las jirafas eran su todo. Una noche fue al zoológico y se robó
todas las jirafas del mundo. Así ya no había jirafas, pues él ya se las había
quedado. Las cuidaba muy bien, les daba de comer, en fin, les daba todo. Pero
pasó el tiempo y se fue enojando pues las jirafas no lo dejaban dormir. Así que
las regresó a todo el mundo. Pero como las jirafas ya se habían adaptado al
lugar y al clima, se regresaron y muy listas construyeron un bote y un avión. Las
que iban en el avión bajaron justamente en la casa de su amo mientras tanto las
demás jirafas llegaron en barco. El niño muy listo gobernó al mundo pues a todo
el mundo le gustaban las jirafas y se convirtió en el rey del mundo.
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