Había una vez un emperador y una
emperatriz que vivía más allá de los 7 mares. Tenían 3 hijos. A los 3 los
querían por igual, pero siempre se peleaban por todo. Un día que regresaron de
la escuela. Venían muy preocupados porque los habían reportado. Además, le habían
hecho una broma a su maestra: le pusieron pegamento en su silla. Cuando la
maestra intentó pararse no pudo, se cayó. Los niños se rieron: ¡ja, ja, ja, ja,
ja! La maestra muy enojada preguntó: “¿Quién puso pegamento en mi silla?” Nadie
respondió. “Pregunté, ¿quién le puso pegamento a la silla?” Los 3 hermanos
respondieron: “fuimos nosotros maestra.” “¡A la dirección!” Cuando llegaron a
su casa sus papás ya sabían lo ocurrido
y los mandaron a su cuarto sin comer y
sin ver televisión. De pronto, entró un mago que venía de Risolandia. Entonces,
al reino lo convirtió en magolandia: trucos por aquí, trucos por allá, bromas,
juegos. Pero los hijos no vieron nada. Nunca salieron de su cuarto y nunca supieron que fue lo que
pasó en el castillo.
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